El autismo es un espectro de trastornos caracterizados por graves déficit del desarrollo, permanente y profundo. Afecta la socialización, la comunicación,
la imaginación, la planificación y la reciprocidad emocional, y
evidencia conductas repetitivas o inusuales. Los síntomas, en general,
son la incapacidad de interacción social, el aislamiento y las
estereotipias (movimientos incontrolados de alguna extremidad,
generalmente las manos). Con el tiempo, la frecuencia de estos
trastornos aumenta (las actuales tasas de incidencia son de alrededor 3
casos por cada 500 niños); debido a este aumento, la vigilancia y
evaluación de estrategias para la identificación temprana, podría
permitir un tratamiento precoz y una mejora de los resultados.
A pesar de la observación científica del autismo, que se realiza
desde hace varias décadas en busca de las causas que lo originan, éstas
aún no se han podido determinar de modo concluyente, pues existen
diferentes teorías que buscan darle explicación, distinguiéndose entre
ellas por la posición que ostentan sobre la naturaleza de el origen de
este trastorno, atribuyéndolo cada una a causas de distinta índole;
existen posturas “ambientalistas” que subrayan que son los agentes de
tipo psico-social, los que originan la afectación del desarrollo
infantil y son por tanto, la causa principal del padecimiento. Por otro
lado, existen también perspectivas “biologicistas”, entre las que, por
un lado se sostiene que el autismo podría ser un trastorno funcional no
orgánico, al existir en algunos casos signos de lesiones y anomalías
cerebrales en los pacientes que lo padecen, por otro lado también se
sugiere que el autismo tiene su origen en lo genético y por lo tanto es
un padecimiento prenatal. En ambas teorías "biologicistas", se afirma
que son las fallas resultantes en los procesos bioquímicos internos del
individuo, las que afectan su desarrollo al regularlo de un modo
inadecuado.
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